Pero esa mañana el simplón de Martell iba a hacer historia. Un enorme bulto envuelto en plástico en la orilla del Black Lake llamó su atención y nada volvió a ser igual en el pueblo más bonito al norte del estado de Washington con sus picos gemelos y sus impresionantes cascadas, con sus evocadoras casas de madera con olor a café y a tarta y sus cimientos de sucios secretos.
El sheriff Harry S. Truman se lo explica a la perfección al agente Dale B. Cooper: “Twin Peaks es diferente y así es como nos gusta que sea”. Por eso el alma atormentada de Laura Palmer sigue vagando entre los abetos douglas.
También por eso, en la que seguramente sea la época más gloriosa de la ficción televisiva, sigo creyendo que, más de dos décadas después, Twin Peaks es lo más hermoso y atrayente que he visto salir desde una pantalla. Desde su apertura, en la que la música triste y hermosa se conjuga en perfecta armonía con imágenes de naturaleza tranquila, a su cierre, con el retrato de la reina del pueblo sonriente y podrida por dentro, mientras suena Laura Palmer’s Theme.
Esta noche, en homenaje a la que para Madame es la mejor serie de la historia de la televisión, veré por enésima ese primer día en la vida de Twin Peaks después de la muerte de Laura.
Twin Peaks Theme. Angelo Badalamenti